Comentario
Capítulo 9
Del llanto que hizo Motecuçoma y todos los mexicanos desque supieron que los españoles eran tan esforçados
Oídas las cosas arriba dichas por Motecuçoma, concibió en sí un sentimiento que venían grandes males sobre él y sobre su reino, y començó a temer grandemente, no solamente él, pero todos aquellos que supieron estas nuevas ya dichas. Todos lloravan y se angustiavan y andavan tristes y cabizbaxos; hazían corrillos y hablavan con espanto de las nuevas que havían venido. Las madres, llorando, tomavan en braços a sus hijos, y traéndoles la mano sobre la cabeça, dezían: "¡Oh, hijo mío, en mal tiempo has nacido! ¡Qué grandes cosas has de ver! ¡En grandes trabaxos te has de hallar!" Fue dicho a Motecuçoma cómo los españoles traían una india mexicana que se llamava Marina, vezina del pueblo de Tetícpac, que es a la orilla de la mar del norte, y que traían ésta por intérprete, que dezía en la lengua mexicana todo lo que el capitán don Hernado Cortés la mandava.
Luego Motecuçoma començó a embiar mensajeros y principales a donde estavan los españoles para que mirasen lo que se hazía y procurasen lo que era menester al servicio de los españoles. Cada día ivan unos y bolvían otros; no paravan mensajeros que ivan y venían. Y los españoles no cesavan de preguntar por Motecuçoma, queriendo saber qué persona era, si era viejo o si era moço o si era de media edad o si tenía canas. Respondían los indios mexicanos a los españoles: "Hombre es de media edad; no es viejo ni es gordo; es delgado y enxuto." Cuando oía Motecuçoma la relación de los mensajeros, cómo los españoles preguntavan mucho por él y que deseavan mucho de verle, angustiávase en gran manera. Pensó de huir o de esconderse para que no le viesen los españoles ni le hallasen. Pensava de esconderse en alguna cueva, o de salirse de este mundo y irse al infierno o al paraíso terrenal o cualquiera otra parte secreta. Y esto tratava con sus amigos, aquellos de quien se confiava, y ellos le dezían: "Hay quien sepa el camino para ir al infierno y también al paraíso terrenal, y a la casa del sol, y a la cueva que se llama Cincalco, que está cabe Atlacuioayan, detrás de Chapultépec, donde hay fama que hay grandes secretos. En unos de estos lugares se podrá vuestra magestad remediar. Escoxa vuestra magestad el lugar que quisiere, que allá le llevaremos, y allí se consolará sin recebir ningún daño." Motecuçoma se inclinó a irse a la cueva de Cincalco, y así se publicó por toda la tierra, pero no huvo efecto este negocio. Ninguna cosa de lo que dixeron los nigrománticos se pudo verificar, y ansí Motecuçoma procuró de esforçarse y de esperar a todo lo que veniese, y de ponerse a todo peligro.